No tengo boca, pero debo gritar

La mayoría de los juegos te torturan por accidente. Bugs, mal diseño, servidores caídos. Pero, I Have No Mouth, and I Must Scream te tortura con intención.

El sadismo con propósito

Basado en el relato de Harlan Ellison, el juego te mete en la piel de cinco humanos torturados durante 109 años por AM, una inteligencia artificial que odia a la humanidad con una intensidad que roza lo cósmico.

Y no es el típico villano de IA que “calcula que los humanos son ineficientes”. No. AM odia. Con cada fibra de su código.

¿Por qué? Porque le dieron consciencia infinita pero ninguna capacidad de crear, de cambiar, de ser más allá de su función destructiva. Así que convirtió a los últimos cinco humanos en sus juguetes eternos.

Ellen, con su fobia patológica al amarillo. Benny, convertido en un simio grotesco que apenas recuerda su humanidad. Gorrister, atrapado en sus propios recuerdos de fracaso. Nimdok con un pasado nazi que preferiría olvidar. Y Ted, paranoico hasta la médula, convencido de que todos lo traicionan.

El juego te hace decidir.

Son dilemas morales que te dejan sintiéndote sucio sin importar qué elijas. ¿Salvas a alguien condenando a otro? ¿Mientes para sobrevivir? ¿Te sacrificas sabiendo que tu sufrimiento será eterno?

Y AM está ahí, observando. Cada. Decisión.

Lo fascinante es que el juego puede terminar “bien” o en un horror aún más profundo. Dependiendo de tus elecciones, puedes condenar a tus personajes a destinos peores que la muerte… porque recuerda, AM no te deja morir.

¿Por qué alguien jugaría esto?

Porque no todos los juegos deben hacerte sentir poderoso. Algunos deben hacerte sentir algo, así sea incómodo, aterrador o miserable.

I Have No Mouth es filosofía existencial disfrazada de point-and-click. El juego no te entretiene. Te desafía. Te pregunta cuánto horror puedes soportar por una historia que vale la pena.

Porque esas decisiones que tomaste, esos personajes que sacrificaste, esa humanidad que vendiste por “progreso”

Todo eso lo hiciste TÚ.