
Highlights
– El diseño actual reduce la fricción y la incertidumbre.
– Juegos clásicos y modernos reivindican la perseverancia.
– La paciencia sigue siendo una elección posible.
Extrañamos algo más profundo que la dificultad: el ritmo. El videojuego moderno, obsesionado con la retención, nos bombardea con recompensas, waypoints y logros. Nos guía de la mano, temiendo que un momento de confusión nos haga soltar el mando.
Y si por alguna casualidad el juego lo hace bien, ya en internet en apenas unas horas de salida del mismo estará lleno de “streamers” hambrientos de visitas lanzando contenido antes que cualquiera de cómo superar milimétricamente cada obstáculo, con los mejores objetos o como conseguirlos.
Pero hay belleza en la perseverancia. En Black (2006, PS2), alcanzar un checkpoint era complicado no solo por la distancia entre ellos, sino también por la gestión de salud, tu único aliado era la paciencia. No había un asistente táctico que te marcara los flancos, solo el recuerdo de los tiradores en la ventana, que ya te habían derribado anteriormente, y la determinación para superar ese tramo. La tensión era real porque el progreso se ganaba con perseverancia pura, no con algún tipo de guía.
Juegos como Elden Ring o Returnal recuperan ese pacto de confianza. No te subestiman. La satisfacción ya no viene de un “¡Misión cumplida!” constante, sino de haber internalizado el desafío y vencido por tu cuenta.
Esto no es solo nostalgia por lo viejo, sino una reivindicación de un tipo de experiencia. La paciencia, el descubrimiento personal y la tensión genuina no son rasgos de una era pasada, sino ingredientes opcionales que muchos desarrolladores aún eligen priorizar. La elección final, afortunadamente, sigue siendo nuestra: podemos consumir el juego rápido, con guía y todo resuelto, o podemos apagar el ruido externo, ignorar el waypoint, y regalarnos el lujo de perderse. El verdadero ‘todo tiempo pasado fue mejor’ se disipa cuando encontramos títulos que, en el presente, aún tienen el coraje de exigirnos ese tipo de atención.

Quizás el mayor lujo hoy no es el gráfico en 4K, sino el derecho a que el juego exija tu concentración absoluta. Ese espacio sin interrupciones, donde solo existen tú, el obstáculo y la voluntad de superarlo, es el verdadero tesoro que añoramos. Y la buena noticia es que, si sabemos buscarlo, sigue ahí.
