Highlights
– La columna reflexiona sobre la pérdida del valor cultural de la ficción en la era digital.
– Destaca el rol de los videojuegos como obras de arte y espacios de memoria.
– Advierte sobre el riesgo de la dependencia tecnológica y el consumo efímero.
El arte, el cual puede tener cualquier forma, ha sostenido por milenios diferentes culturas cuya relevancia perdura hasta nuestros días. Y hoy en día el arte toma forma en la literatura, en las obras cinematográficas, incluso en los videojuegos.
El ser humano por generaciones ha tomado como importante el rol de preservar el arte y estudiar a la sociedad de cada época a través de él. Aún así, a nivel cultural y social se refleja un cambio en la actualidad sobre la conservación y el valor de la ficción. Cada día existe, para mí, un empuje al consumo efímero, rápido, cambiante.
Los que somos de las más recientes generaciones hemos oído a más de uno hablar de la nostalgia por videojuegos que han jugado cuando eran mucho más pequeños. Y de hecho, esta fue la esencia del mercado de los remakes y de los ports de los videojuegos retro: revivir aquellas lindas memorias del pasado. Incluso si no somos de las generaciones pasadas, siempre existe al menos un videojuego que tenemos muy de cerca en nuestros corazones.
La nostalgia como refugio y resistencia
Un videojuego puede representar para nosotros algo que nos ayudó a crecer y nos dio inspiración. Así también puede representar la conexión que hemos tenido con nuestros familiares y amigos con los que compartimos jugándolos. Sin contar la manera en la que muchas narrativas logran empujarnos en medio de momentos difíciles. Y yo escribiendo esto, y tú leyéndolo, somos prueba de que superamos, o que estamos superando. Estamos vivos.
Sabiendo todo esto, no puedo evitar preguntarme hacia dónde se dirige la industria. Cada vez más, incluso los videojuegos pensados para una sola persona dependen de servidores que algún día se apagarán, condenando parte de su historia al olvido. Se prioriza la ganancia inmediata: cosméticos, sistemas aleatorios, monetización constante. Y, en ese proceso, parece desvanecerse poco a poco la esencia que alguna vez hizo de los videojuegos un refugio, un puente entre nosotros y los mundos que amamos.
