
Highlights
– Red en Houston intentó enviar US$160 millones en GPUs NVIDIA a China.
– El esquema falsificaba documentos y reetiquetaba los envíos.
– EE. UU. refuerza el control sobre tecnología crítica de IA.
Las autoridades de Estados Unidos desarticularon una red de contrabando de US$ 160 millones en GPUs NVIDIA H100 y H200, los chips más codiciados para construir inteligencia artificial avanzada. La operación, con base en Houston, expuso un esquema sofisticado que falsificaba documentos, manipulaba envíos y ocultaba deliberadamente que el verdadero destino del hardware era China, país sujeto a estrictos controles de exportación de tecnología de IA.
El Departamento de Justicia reveló que el grupo, liderado por Alan Hao Hsu y colaboradores de su empresa Hao Global LLC, articuló un mecanismo para recibir las GPUs en depósitos estadounidenses y luego reenviarlas al extranjero bajo una identidad falsa. Los procesadores eran reetiquetados como “SANDKYAN”, una maniobra destinada a modificar la clasificación de exportación y burlar las restricciones impuestas por Washington.
Un esquema con señales en cada eslabón

La investigación se activó tras detectar una transferencia bancaria originada en China, conectada directamente con compras masivas de GPUs H100 y H200. Estas tarjetas gráficas, fundamentales para entrenar modelos de IA de gran escala y para aplicaciones militares y de ciberdefensa, son objeto de un férreo control del gobierno estadounidense desde 2022.
La documentación judicial detalla que la organización presentaba formularios alterados, omitía el destino real de los envíos y utilizaba intermediarios logísticos en un intento por camuflar las operaciones. Para las autoridades, el esquema era claro: trasladar potencia de computación crítica a un país donde su uso podría contravenir intereses estratégicos de Estados Unidos.
Washington refuerza su postura: la IA es seguridad nacional
El Assistant Attorney General de Seguridad Nacional, John A. Eisenberg, subrayó que la ventaja estadounidense en chips avanzados no es casualidad, sino el resultado de décadas de inversión y talento. “Esta ventaja no es gratuita”, advirtió, prometiendo una aplicación estricta de las leyes de exportación.
La postura fue respaldada por el FBI. Roman Rozhavsky, director adjunto de la División de Contrainteligencia, afirmó que el caso demuestra la necesidad de cooperación interagencial para impedir que rivales estratégicos accedan a tecnología que puede alterar el equilibrio global. El mensaje a la industria privada fue directo: vigilar, reportar y no subestimar la creatividad de los intermediarios que buscan romper las barreras regulatorias.
Tecnología, geopolítica y control del futuro
El fiscal federal Nicholas J. Ganjei fue aún más explícito, describiendo la operación como una amenaza a la seguridad nacional. En sus palabras, estos chips son “los bloques fundamentales de la superioridad en IA”, con aplicaciones que van desde sistemas de armas autónomas hasta inteligencia satelital. Su advertencia resonó con fuerza:
“El país que controle estos chips controlará la IA. El país que controle la IA controlará el futuro.”
La operación, bautizada Gatekeeper, encaja en la estrategia más amplia de Estados Unidos para impedir que China acceda a hardware de IA de alta gama. En paralelo, el gobierno ha aumentado las presiones sobre NVIDIA para vigilar la ruta de sus productos, ha iniciado investigaciones antimonopolio y ha reforzado los requisitos para rastrear chips avanzados una vez exportados.
Un episodio que marca tendencia
El desmantelamiento del esquema en Houston no es un caso aislado, sino parte de una tendencia creciente: las GPUs para IA se han convertido en bienes estratégicos, comparables a materiales de defensa. En este contexto, la línea entre industria tecnológica y seguridad nacional se estrecha cada vez más.
Mientras EE. UU. endurece su postura, expertos anticipan que redes similares seguirán emergiendo, impulsadas por una demanda global explosiva y por gobiernos decididos a acortar brechas tecnológicas. La competencia por el dominio de la IA ya no es un debate académico: es un pulso geopolítico en tiempo real, y cada chip cuenta.
