
Imagínate estar leyendo, pero cada tres páginas el libro se cierra y te dice: “Esperá 4 horas o pagá ₲22.000 para continuar”. Absurdo, ¿verdad? Pues bienvenido al maravilloso mundo de los juegos móviles con sistema de energía.
Hogwarts Mystery te permite vivir tu fantasía mágica… hasta que te encontrás en el despacho de Albus Dumbledore justo cuando está a punto de revelarte algo crucial y… “Te has quedado sin energía. Volvé en 2 horas y 59 minutos para continuar tu aventura mágica”.
Y así es como Hogwarts Mystery te convierte en un muggle otra vez.
El chantaje emocional perfecto
Nunca te cortan durante una escena aburrida. Siempre es en el clímax: cuando el villano confiesa, cuando vas a besar al protagonista o cuando descubrís quién te traicionó. Es como si estos desarrolladores fueran sádicos con título en psicología.
Love and Deepspace es el ejemplo perfecto de esta tortura refinada. Te venden el sueño del romance perfecto, con hombres 3D salidos de tus fantasías. Pero si querés que Zayne o Sylus tengan más interacciones con vos, vas a tener que abrir la billetera.
Pero esperá, que la cosa empeora. Porque inventaron los eventos de tiempo limitado. Para conseguir recompensas exclusivas necesitás completar 47 misiones que requieren 2.340 puntos de energía.
Aquí entran los verdaderos héroes
Los modders. Los mods de energía infinita son básicamente la resistencia francesa de los juegos móviles.
No es sorpresa que muchos recurran a mods para recuperar el control de SUS historias. Cuando un juego “gratuito” te extorsiona, la piratería se ve como legítima defensa.
Técnicamente es trampa. Pero cuando el sistema está diseñado para exprimirte, ¿quién realmente hace trampa?
Lo más triste es que muchos de estos juegos tienen narrativas genuinamente buenas, secuestradas por un modelo que convierte cada momento emocional en una oportunidad de venta.
La narrativa necesita flujo. Necesita que te olvides del dispositivo y te sumerjas en la historia.
Al menos nos enseñaron algo valioso: somos capaces de sentir emociones genuinas hacia píxeles programados para manipularnos.
Y eso es tanto hermoso como profundamente perturbador.
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